Toda una legislatura, el próximo 24 de mayo, hay elecciones municipales y forales. En las anteriores, mi vida cambio, después de unos años dedicada a la política, ahora tengo una txutxeria. De como fue aquella campaña de quien me ayudo y quien me desayudo, he contado todo, o casi.
En estos cuatro años, el protagonista de la foto, mi hijo, ha crecido, es un niño estupendo, que se adapta a nuestra tienda y a nuestra vida, en las distancias cortas de nuestro barrio, de una manera, mejor que buena. Yo intento, con las redes y el teléfono, estar cerca de la gente y de las cosas que pasan, pero al final, las mañanas se pasan, haciendo bolsas de cumple, cargando las baldas de bolsas de patatas y gominolas, y pensando, con mis grandes ayudantes como hacer escaparates, y como llenar las tardes de esta plaza, de actividades.
El país y la política, ha ido a peor, a mucho peor, pero durante años, hemos ido perdiendo conciencia de clase, han pintado con una cera transparente, una supuesta democracia, cuando lo único que tenemos es una capa, que nos encorseta a todas y todos. Tenemos una única TV, una única radio, un único periódico, y, por supuesto, un único pensamiento.
El que tiene poder, lo ejerce, sin contemplaciones, cualquier acto de protesta, ofende la privacidad del ladrón, hay que dedicarse a la política para enriquecerse, para mejorar el país, es demagogia. Hablar de lo mal que va, es no ver el futuro europeo que nos espera, preocuparnos por quien muere, buscando una vida digna, es llenar nuestro país de extranjeros.
No quiero una visión del mundo apocalíptica, pero criar a mi hijo en el respeto a los demás, en el, piensa porque alguien no está bien, igual no le beneficia para este mundo de ladrones impunes, pero si que reafirmará, lo que tiene dentro, reafirmará, que es muy buena gente.
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