jueves, enero 17, 2013

Cumpleaños con recuerdo

Hoy 17 de enero, es el cumpleaños de mi única hermana y de la única tía de mi hijo. Es mi hermana mayor, no por muchos años, pero si por ser esa conciencia picajosa y antirevolucionaria, papel ejercido por las amas, y que ella ha asumido. Cuando empece a trabajar, entre las tres marías, como le gustaba llamarnos a mi padre, nos regalabamos flores, cuando ama murío perdimos la costumbre, que yo retomé de nuevo. Siempre he ido a la floristeria de Bilbao, a la que iba mi padre Flores Adela, hace unos cuatro años, las dueñas, Adela y su hermana Alicia, dejaban el negocio, después de casi 50 años, con 84 años Adela, tomaba el testigo, la hija de Alicia, Gloria, que me decía que se habían jubilado sin avisar ni comunicárselo a nadie. Justo antes de las últimas fiestas de navidad he visto que en su local de la calle Ercilla, junto a El Corte Ingles, han abierto un comercio de estética.
Ahora, que en esta ciudad tenemos al mejor alcalde del mundo, que basa su política en abrir en festivos y en poner trabas a cualquier negocio, que no se ponen en otros ayuntamientos vizcainos, ahora que los negocios que inauguran las autoridades locales son sucursales de grandes superficies con horario ilimitado, quiero recordar a esas mujeres, emprendedoras de verdad, que han vivido para su negocio, sin hacer alarde de ello, porque atender y cuidar a los clientes, era una forma incuestionable de buena educación y de mejor hacer. Cuando mi padre murío, él siempre iba a Flores Adela, su trabajo en la estación del Norte de Bilbao, en aquellos años, iba acompañado de muchos accidentes laborales, siempre había una pasada de gorra, para la viuda del guarda agujas y siempre se hacía o se ponía algo más para que no faltase una corona. En aquel tiempo, las mercancías, y también las flores llegaban por tren, nosotras decidimos encargar unas flores en esta floristeria bilbaína. Cuando se les dijo quien había muerto y a que dirección enviar las flores, no cobraron, en recuerdo y memoria de mi padre. Desde ese momento, cada vez que para celebrar alegrias, nacimientos, cumpleaños, o tristezas, la perdida de seres queridos; mi visita a Adela, era un momento de conversación y ayuda. Adela, me ayuda a llenar la iglesia de San Vicente de flores cuando ama muríó. Un año después de su jubilación, me encontre con Alicia en el metro, Adela había muerto después de una corta, pero terrible enfermedad.
Hoy, que me planteo abrir un pequeño negocio, en mi barrio, espero que el buen saber de mujeres como Adela, me guié y me permita, no fracasar en el intento.
Mi hermana, este año, no ha tenido flores.

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